Autobiografía lectora y audiovisual

 Las tardes de verano

Mi estación favorita del año siempre ha sido el otoño, puesto que empezaban las clases y volvía a ver a todas mis amigas, pero a su vez, también significaba el final de las vacaciones y con ellas, el verano.

Durante mi infancia, si no estaba jugando con mis muñecas o creyéndome Picasso me encontraba sumergida en enfrente de la televisión en casa de mis abuelos, con el viejo reproductor VHS (el cual también admitía CD’s) reproduciendo casi en bucle todas las películas de Barbie y La tostadora Valiente (un favorito del momento), cuando ponía La tostadora Valiente me embarcaba en una aventura junto a mis amigos electrodomésticos, lo que alimentó mi creencia de que los aparatos de la casa eran capaces de hablar (era muy inocente para pensar lo contrario), mientras que poco a poco Barbie alimentaba mis sueños junto con su lema “tu puedes ser lo que quieras ser”, aunque con Barbie: Moda Mágica en París decidí que quería ser diseñadora, sobretodo esperando el día en el que de mi armario salieran unas hadas encargadas de llenar de purpurina todas mis creación, pero a día de hoy sigo sin saber coserle un botón a una camisa.

En aquella etapa, mis veranos eran tranquilos, puesto que no tenía más deberes que hacer los ejercicios “difíciles” de los cuadernillo Rubio y leer las lecturas obligatorias que me mandaban en el colegio, hecho que alimentó mi pasión por la lectura, con títulos como Seraphina de Rachel Hartman y la saga de Harry Potter. 

Pero conforme fui creciendo, vi que en el mundo adulto no habían tostadoras parlantes ni hadas sino una lucha constante por combatir las injusticias sociales y sobrevivir en un mundo acelerado, ahí es cuando empecé a ser introducida a diferentes géneros cinematográficos a modo de escape de la realidad. Por ejemplo, con mis primos tengo la tradición de ver todas las semanas una película de terror (aunque en un principio no estaba establecido así, pero por alguna razón, todas acababan siendo de este género), nuestras favoritas siempre fueron la serie de películas pertenecientes al Universo Expediente Warren. 



Pero todo esto no quita que haya dejado de amar una buena aventura, solo que esta vez cuento con mi Nana Osaki para apoyarme incluso en las “no tan buenas” decisiones  y con mi Club de los Poetas Muertos para respaldarme. Aunque sigo sintiéndome como una cría por que Chihiro me espera a la vuelta.

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